Afortunado aquel que haya
podido experimentar la lluvia de sensaciones y emociones que se sienten con el
simple hecho de pensar en el ser amado. Indiscutiblemente resulta muy
placentero cuando con un mensaje al oído la piel se eriza y se acelera el
corazón, pero esto queda corto y pequeño comparado a la sensación de que alguien
haga vibrar nuestra alma.
Acariciar el alma va más
allá de un aspecto físico en la relación, va más allá de lo evidente, es un
proceso que se lleva a cabo desde la profundidad del ser, cuando se produce una
conexión emocional que supera en intensidad a lo que sentimos a través de
cualquier encuentro físico.
Vamos
por la vida conociendo a muchas personas, unas nos gustan más que
otras, unas nos brindan cosas que otras no, a algunas les damos una parte de
nuestro ser mientras, pero todo eso se ve tan pequeño cuando en realidad nos
topamos con esa persona que nos hace vibrar el ama, con quien sentimos una
conexión que va más allá de lo conocido, que trasciende los espacios, que nos
hace pensar que todo lo vivido anteriormente fue un demo en cuanto al amor se
refiere.
A esta
persona la apreciamos más allá de lo físico, nos despierta los
sentimientos más profundos, con ella nuestros instrumentos de medición cambian
sus escalas de medición para adatarse a lo que sentimos. Es fascinante como luego
de conocer a esa persona nada vuelve a ser como antes, nuestra vida queda con
una especie de tatuaje en el corazón y se fomenta un sentido de pertenencia y
de permanencia que hace que todo lo demás carezca de sentido.
Sabemos
que nadie es perfecto, pero también sabemos que hemos encontrado a
la persona que hace perfecta nuestra vida, que aun respetando nuestros
espacios, nuestra independencia, nuestros proyectos individuales, somos uno,
que nos conocemos como si la eternidad se hubiese encargado de cruzarnos una y
otra vez, para amarnos una y otra vez.
Nuestras hormonas bañan
nuestros espacios físicos, mientras nos deleitamos con la energía que fluye en
nuestro ser, esa energía que nos aclara que todo está bien, que la admiración,
que el amor, que las ganas, que la complicidad, que la amistad están perfectamente
acopladas con la del otro.
En
estas uniones las distancias físicas pierden importancia, la
conexión va más allá, no hay ningún miedo a perder al ser amado, porque se sabe
que no sería una pérdida, se sabe que será una pausa porque en definitiva están
conectados a través de algo que no conoce de tiempo, ni de distancias, ni de
separaciones, se saben uno viajando y encontrándose a lo largo de sus vidas,
que van más allá de lo que sabemos manejar.
Fuente: el post completo y original lo puedes consultar en consejosdelconejo
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