Por Valeria Sabater
Las buenas personas llevamos
polvos de estrellas en los bolsillos para hacer lo imposible por los demás,
para dar alegrías y felicidad, pero a veces, darlo todo a cambio de nada duele,
y son muchas las cicatrices que nos esforzamos por esconder…
Estamos seguros de que esta
sensación te es conocida. Hay personas que no saben muy bien dónde está el
límite entre uno mismo y los demás, y lejos de establecerlo, no diferencian
entre lo mío y lo tuyo. O aún más, la única forma en que entienden la vida, es
haciendo felices al resto.
Hay cicatrices que uno se esfuerza por esconder, porque recordarlas duelen y hasta humillan, porque nos devuelven a ese momento en que lo dimos todo por alguien, y sólo recibimos vacíos o el pinchazo de la traición.
Las buenas personas no son
débiles ni ingenuas, las buenas personas sólo entienden el lenguaje del respeto
y el cariño que sabe de humildad y altruismo. Quizá por ello, nunca termina de
encajar en un mundo satinado a veces de egoísmos y fugacidad, de emociones que
no perduran y promesas que se rompen de un día para otro.
El mundo no es siempre como
nosotros desearíamos, ni como lo sentimos desde nuestro corazón. Hay
disonancias, y sentimientos desafinados. Por ello, hemos de habituarnos también
al caos, y sobre todo, a aprender a decir basta cuando es necesario: cuando se
vulnera nuestra autoestima.
Las buenas personas esconden
batallas que otros no ven
Las buenas personas son
mucho más de lo que muestran. Esconden batallas que sólo ellos conocen,
silencian palabras y amarguras selladas con amables sonrisas porque no desean
aparentar debilidad, o dirigir sobre otros sus lamentos. Son humildes y cargan
sus propios pesos sin rencor.
Las buenas personas escuchan
sin juzgar, hablan sin ofender y observan sin despreciar. Tres valores
sencillos que esperan que también los demás cumplan, aunque no siempre es así.
Es posible que a más de uno
le sorprenda también el término “buenas personas”... ¿Es que no lo somos todos?
¿Es que hay alguien que desee hacer el mal o guste de compartarse de manera
dañina? Está claro que no, ahora bien, en este caso, a la hora de definir esa
bondad que no sabe poner límites, y que en ocasiones, acaba siendo herida,
presenta por lo general estos rasgos:
- Hay personas que entienden su felicidad dándolo todo por los demás. Atienden y se preocupan de un modo muy profundo por todo aquel que forme parte de su círculo social, y más allá de él. Son muy sensibles también “al dolor del mundo”, a las desigualdades, al sufrimiento ajeno.
- Esta sensibilidad hace que en ocasiones lleven a cabo acciones que otros no entienden: hacer favores a personas que apenas conocen, o llevar su altruismo a situaciones poco usuales.
- Las buenas personas rara vez dicen “no” a algo, y no es porque no tengan carácter o no sean asertivos. Es porque, desde el fondo de su corazón, no dudan en invertir tiempo y esfuezos en las personas que se lo piden.
- Para las buenas personas no hay mayor felicidad que dar alegrías a los demás, que ver sonrisas y sentirse útil, ver que que lo hacen es significativo y enriquecedor.
El principal problema de
todo ello, es que son capaces de darlo todo hasta quedar vacíos de fuerzas,
alientos y energías. Y lo hacen tan a menudo, que el resto del mundo da por
sentado que no necesitan nada, que siempre están dispuestos y que detrás de sus
sonrisas, hay más sonrisas… No obstante, no siempre es así.
Porque tras sus rostros
despiertos y amables, hay cicatrices. Vacíos de quienes a veces, abusaron de su
bondad por egoísmo, de quienes vieron solo los favores, el amor que no pedía
nada, y el cariño incombustible… pero no a la persona que había detrás.
Las buenas personas también
pueden decir basta
Las buenas personas pueden y
deben saber decir “basta” en el momento adecuado, porque en ocasiones, los
demás, juegan a deshilacharlas día a día hasta dejarlas desnudas de autoestima,
de valores e integridad. No lo permitas, no te dejes llevar hasta el borde del
abismo.
Ser bueno no significa que puedas utilizarme para tus propósitos, ni romper mi corazón transparente con tus flechas interesadas. Ser bueno es darte la oportunidad de crecer conmigo, de ofrecerme reciprocidad de caminar de la mano senderos de confianza donde nadie es más que nadie.
En realidad, no es nada
fácil poner límites o decir basta cuando llevamos media vida cediendo y dando
más de lo que nuestra alma nos permitía. No obstante, debemos tenerlo claro: no
somos de hierro ni nuestro corazón una roca. Somos de carne y de emociones,
ésas que muchas veces salen dañadas y fragmentadas.
- Si eres capaz de dar cariño y dedicación por los demás, debes ser capaz también de advertir quien merece tus esfuerzos y quien no.
- Entiende que nadie es egoísta por priorizarse un poco cada día, por decir “no” a quienes no te tienen en cuenta y te hacen sentir alguien que no eres. Porque quien te manipula con las redes del egoísmo no te aprecia y ni te respeta.
- Dar felicidad, atención y alegrías a los demás es el valor más noble que existe, ése mismo que a ti te define. No permitas que otros te hagan arrepentirte de lo que eres y lo que sientes. Se trata solo de poner límites, de cultivar también tu propia felicidad para poder compartirla con los demás.
La vida es demasiado corta para invertirla en quien no te merece, en quien te trae pesares y lágrimas. Porque las buenas personas sólo entienden un lenguaje: el de la alegría y el cariño sincero.
Fuente: el post completo y original lo puedes consultar en lamenteesmaravillosa
No hay comentarios:
Publicar un comentario