¿Qué es la artrosis?
La artrosis es una enfermedad reumática muy común, que se
produce debido al desgaste e inflamación del cartílago articular en las
articulaciones del cuerpo. Este cartílago se sitúa entre los extremos de los
huesos y, en una articulación sana, actúa de almohadilla, amortiguando el roce
y choque de los dos huesos, función que también cumple el líquido sinovial.
Se trata de una patología degenerativa que afecta sobre
todo a las articulaciones que soportan mayor peso y realizan un esfuerzo mayor
como son las caderas, rodillas, hombros y las localizadas en la columna
cervical y lumbar. También es frecuente en algunos dedos de las manos. Puede
afectar solamente a una o dos articulaciones o presentarse de forma
generalizada.
¿A quién afecta?
De acuerdo con la Sociedad Española de Reumatología
(SER), la artrosis afecta al 10% de la población general en nuestro país y
representa casi la cuarta parte del total de pacientes atendidos en las
consultas de Reumatología. Se vuelve más frecuente con la edad.
Por otra parte, según datos del Hospital Clínic de
Barcelona, se estima que hasta el 70% de la población mayor de 50 años tiene
signos de artrosis y que hasta el 80% de los mayores de 75 años presenta
alteraciones de artrosis en las radiografías, aunque no siempre produce
molestias o síntomas.
¿Cómo se produce la artrosis?
El deterioro y degradación del cartílago articular se
produce en tres etapas, como explica la Sociedad Española de Reumatología
(SER):
En primer lugar, el cartílago deja de ser firme y se
reblandece, y se vuelve frágil y quebradizo. En esta fase, pierde su
elasticidad habitual y la capacidad de amortiguar.
Posteriormente, se adelgaza y llega a desaparecer en
algunas zonas, por lo que ya no recubre ni protege el hueso.
Por último, el extremo del hueso que se articula deja de
estar protegido por el cartílago articular en algunas zonas, por lo que queda
expuesto a fuerzas físicas.
¿Cuáles son sus factores de riesgo?
Aunque no se conoce la causa exacta de la artrosis,
existen varios factores que aumentan el riesgo de padecerla:
La edad. La prevalencia de la artrosis se incrementa con
la edad. Aunque no es una de sus causas, el cartílago se vuelve más frágil al
envejecer.
Ser mujer. Las mujeres mayores de 55 años presentan mayor
riesgo de sufrir artrosis, especialmente de manos y rodillas.
Menopausia. Algunas investigaciones han confirmado que la
disminución de estrógenos después de la menopausia favorece la aparición de
artrosis de rodilla y que la administración prolongada de estrógenos actúa como
factor protector en mujeres postmenopáusicas.
Factores genéticos. Existe un patrón hereditario, por lo
que en algunas familias es más frecuente, especialmente la artrosis de manos.
Defectos congénitos de la articulación. Algunas
formaciones anormales aumentan el riesgo de padecer artrosis de cadera.
Obesidad. Igualmente, los estudios confirman la relación
entre obesidad y artrosis, sobre todo de rodillas, caderas y manos. Además, la
pérdida de peso mejora los síntomas.
Actividad física elevada. Algunas actividades deportivas
pueden producir traumatismos o microtraumatismos que aumentan el riesgo de
padecer artrosis en rodillas y caderas. Por ejemplo, es el caso de ciclistas y
corredores de fondo.
Actividad laboral. Algunas ocupaciones están vinculadas a
distintos tipos de artrosis. Por ejemplo, los costureros, a la artrosis de
manos, los conductores, a la de columna y los manipuladores, a las de codo y
muñeca.
¿Cuáles son sus síntomas?
El dolor es el síntoma más característico de la artrosis,
que mejora o desaparece en reposo y empeora cuando se somete a esfuerzos a la
articulación. Suele empeorar a lo largo del día y, aunque suele ceder con la
inactividad, conforme la dolencia avanza puede también aparecer en reposo o
durante el sueño. Igualmente, puede volverse constante al realizar cualquier
actividad física y mantenerse durante horas después.
La rigidez es otro de los síntomas principales de esta
dolencia. Tras un periodo de descanso prolongado –por ejemplo, el sueño-, las
articulaciones pueden permanecer rígidas durante tiempos cortos (menos de
treinta minutos). Esta rigidez puede ser muy intensa y llegar a provocar
limitaciones en la movilidad como, por ejemplo, dificultad para levantarse,
salir del coche o subir escaleras, en el caso de artrosis de rodilla o cadera,
o incluso problemas para realizar tareas cotidianas, como vestirse o caminar.
Así mismo, pueden sentirse crujidos –crepitaciones-
cuando se mueven las articulaciones en las fases avanzadas. Igualmente, el
crecimiento de los extremos de los huesos que une la articulación puede
provocar el agrandamiento y ensanchamiento de esta. En el caso de las artrosis
de rodillas y nudillos de la mano, pueden producirse alteraciones en la
alineación de los huesos.
Otros posibles síntomas son:
Hinchazón.
Presencia de líquido sinovial en las articulaciones
(derrames).
Atrofia en los músculos adyacentes.
En el caso de la artrosis de rodilla, puede producirse
también el adelgazamiento del músculo. En estas fases de la enfermedad, puede
observarse limitación de la movilidad de la articulación y la pérdida gradual
de su función.
¿Cómo se diagnostica la artrosis?
El diagnóstico de la artrosis se basa en la historia
clínica del paciente y un examen físico de las articulaciones, que detectará
dolor al mover la articulación y, a veces, cierto grado de tumefacción y
derrame articular, así como deformaciones.
A continuación, se confirmará el diagnóstico con la
realización de radiografías simples y, si es necesario, de ecografías y
resonancias magnéticas (RM). En ocasiones, puede realizarse un examen del
líquido sinovial de las articulaciones afectadas.
¿Cómo se trata?
La artrosis es una enfermedad crónica que persiste en el
tiempo. Aunque hoy en día no tiene cura, sí existe un tratamiento orientado a
reducir el dolor y mantener la movilidad y funcionalidad de las articulaciones.
La Sociedad Española de Reumatología (SER) recomienda las siguientes medidas:
Medidas físicas. Encaminadas a mejorar los síntomas y la
habilidad para realizar las tareas laborales, domésticas y de cuidado personal.
Pueden incluir:
-Practicar ejercicios físicos diarios destinados a
mejorar la movilidad de las
articulaciones y potenciar la musculatura.
-Realizar actividades aeróbicas (nadar, pasear…).
-Emplear férulas y sistemas ortopédicos que disminuyen la
sobrecarga de la articulación afectada.
-Aplicar calor y frío.
-Perder el peso corporal excesivo.
Medicamentos. Los
analgésicos como el paracetamol y los antiinflamatorios no esteroideos como el
ibuprofeno pueden ayudar a aliviar el dolor. En ocasiones, pueden ser
necesarios otros analgésicos como el tramadol o la codeína.
Infiltraciones de derivados de la cortisona o ácido
hialurónico en las articulaciones. También puede aliviar los síntomas el
sulfato de glucosamina.
En casos en que la enfermedad se encuentre muy avanzada,
puede llegar a ser necesaria la cirugía.
Fuentes:
-Sociedad Española de Reumatología (SER).
-Hospital Clínic De Barcelona. Guía interactiva para
pacientes con enfermedades de larga duración. “La Artrosis y la Atritis”. R.
Sanmartí, J. Cañete.
–Organización Médica Colegial de España (OMC).
-Ministerio de Sanidad. “Guía de Buena Práctica Clínica
en Artrosis”. Dr. Sergio Giménez Basallote. Dr. Francisco J. Pulido Morillo.
Dr. Juan Antonio Trigueros Carrero. International Marketing &
Communication, S.A. (IM&C).
-Sistema Nacional de Salud. El médico. “Actualización en
artrosis”. Miguel Bernard Pineda. Grupo Saned. Madrid, 2007.
–Lliga Reumatològica Catalana. Blog www.laartrosis.com
-Departamento Médico de Laboratorios Cinfa.
*Esta información en ningún momento sustituye la consulta
o diagnóstico de un profesional médico o farmacéutico.
Fuente: el post completo y original lo puedes consultar en cinfasalud
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