Estudios científicos serios
han demostrado que hay cantidades de personas que sufren una gran serie de
mutilaciones psicológicas. Existe demasiada gente desdichada que no ha conocido
un desarrollo afectivo o social normal, un desarrollo integral. Muchas de las
neurosis de los adultos, escuche usted, provienen de traumas padecidos
generalmente durante los seis primeros años de la vida. Entonces, esas
experiencias no aceptadas o bloqueadas pero activas, pesan sobre el adulto y le
hacen mucho daño. Por eso, los psicólogos hablan de la importancia de los
primeros años de existencia de los seres humanos.
Es importante estudiar cómo
los padres están formando a sus hijos, porque esto es vital para su desarrollo
y nos interesa muchísimo. Muchos papás no se dan cuenta de la importancia que
tienen los primeros años de sus hijos y muchas veces, sin querer, desarrollan
en ellos graves problemas que les afectan para el resto de sus vidas. A los
hijos hay que educarlos para la libertad, para que sean ellos mismos y puedan
valerse por sí mismos en el futuro. Por eso es tremendamente importante que los
papás sean conscientes de cómo están educando a sus hijos.
Darnos cuenta de esto nos ayuda a ser conscientes del
papel tan relevante que tiene amar a nuestros hijos y educarlos desde el
respeto, la empatía, la expresión y la comprensión de sentimiento, el control
del enfado, la capacidad de adaptación, la amabilidad y la independencia.
El niño, para crecer y
desarrollarse plena e integralmente, necesita amor. Para amar y aceptar a los
demás, hay que haber sido amado y aceptado, haber sido llevado uno a amarse y
aceptarse a sí mismo. Un niño que no ha sido amado es un ser que no ha
despertado, que no tiene derecho ni lugar en el mundo, ni desarrolla interés en
la vida. Así se siente él. Los niños que no han sido amados, muchas veces, se
convierten en personas egoístas, se consideran como el centro del universo y lo
quieren acaparar todo. Pero es que en el fondo sienten que no tienen sitio en
ninguna parte. Pobres los egoístas. Generalmente han sido niños poco y
pobremente amados.
En cambio, el niño que ha
conocido y recibido amor, que ha sido totalmente aceptado, comprendido,
protegido, y a quien se le ha revelado su valor profundo, puede llegar a ser un
adulto seguro de sí mismo y generoso. Una persona así perseguirá
incansablemente en la vida la búsqueda de la felicidad y la construcción de una
vida nueva y lo llegará a realizar.
Los padres que aman a sus
hijos creen en ellos. Los papás que no crean en las infinitas posibilidades de
bien que se encierran en el corazón de sus hijos no los aman. Esos padres no
pueden amar porque no tienen suficiente fe y valor para amarlos. Cuando los
hijos no se sienten amados, se sienten desgraciados y entonces vuelven su
mirada hacia la calle, buscando afuera al amigo, a alguien que los quiera y
crea en ellos. Sólo crecerán auténticamente integrados si crecen siendo
verdaderamente amados.
Por otra parte, el niño
necesita autoridad tanto como amor. La firmeza de sus papás es tan
indispensable para su sentimiento de seguridad como el amor. El niño quiere y
necesita la autoridad. Ésta le asegura y le estimula. Si es tan grande el
número de muchachos nerviosos se debe a que no han gozado del sostén de una
autoridad auténtica, que les exija responsabilidad de sus actos, cumplimiento
del deber, y dar lo más que pueden de sí mismos.
Los niños necesitan una
autoridad que sea justa, que alabe y estimule pero que también corrija a
tiempo. Necesitan una autoridad que se preocupe por ellos y les ayude, con
sinceridad, a superar obstáculos y corregir defectos. Los niños y los muchachos
necesitan saber que existe alguien, papá y mamá, cuya palabra es palabra que se
da y se cumple.
Los padres deben ser justos y buenos pero también exigentes. Es
importante que cumplan siempre lo que dicen. La autoridad de los padres no debe
ser, por cierto, negada por el otro cónyuge, sino que se debe compartir entre
los dos. Los dos deben ponerse de acuerdo para corregir o castigar. Recuerde
que los niños necesitan de una autoridad genuina y auténtica, tanto como mucho
amor.
En los países más
desarrollados se ha descubierto el tremendo fracaso de los planes de crianza
científica en centros especializados donde envían a los niños desde muy
pequeñitos para recibir una educación, digamos, muy especial y sofisticada.
Muchos de ellos crecen con una profunda frustración interna. Resulta que la
falta de afecto, de un encuentro con una persona a la que el niño pueda amar y
reconocer como algo muy íntimo y sentirse amado por esa persona provoca dramas tremendos
en su ser.
En esos países, se ha vuelto
a insistir mucho en la profunda necesidad del niño de tener a su madre y a su
padre al lado y poder experimentar el calor humano, maternal y paternal, el
roce físico, el abrazo, las palabras tiernas y el amor profundo. El niño
necesita todo eso para crecer bien a un nivel profundo.
Fuente: el post completo y original lo puedes consultar en desdecuba
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