Escrito por Raquel Aldana
La piel es de quien la eriza
a través de los abrazos, de quien recarga el corazón con sus latidos, de quien
envuelve las heridas con caricias, asume la vida con inabarcable bondad y
decora con sonrisas los obstáculos.
Y es que hay abrazos que
casi de manera literal te rescatan de un naufragio, recomponen tus partes
rotas, rompen todos los miedos, dulcifican las debilidades y crean una obra de
arte con los pedazos de tu corazón.
Porque que te rodeen de amor te llena de sueños cumplidos a la vez que te descubre numerosos anhelos, te hace ver la vida de otro color, te apoya ante la adversidad, te ayuda a escucharte, a percibirte y a transformarte.
Pidamos abrazos por el bien de todos
Lo bueno de los beneficios
psicológicos de un abrazo es que se reparten y comparten. No puede haber
egoísmo detrás de un abrazo sincero, no puede haber desigualdad ni
descompensación en la balanza.
Por eso es bueno que nos
deshagamos del pudor, demos abrazos y los pidamos. Es importante que
reinstauremos el hábito y la cultura del abrazo, pues gracias a ellos
experimentamos, sentimos y reconstruimos emociones que tenemos desterradas.
Hay abrazos que te hacen el momento, el día, la vida… Hay signos de incondicionalidad divina y es que a través de ellos sabemos que el hecho de estar rotos nos hace indestructibles. Fuertes, lindos y valientes.
Mantenernos enteros a través de los autoabrazos
La piel se eriza con el
calor de un abrazo y con la intensidad del contacto, del cuerpo con cuerpo. Sin
embargo, muchas veces el frío de las ausencias, de las dificultades y de las
incertidumbres puede quemarnos, ahogarnos y agotarnos.
Hay veces que no tenemos la
posibilidad de recibir esos abrazos que tanto nos reconfortan y entonces
resistir se hace más complicado. Porque no tienes a nadie a tu lado que te
recuerde que merece la pena y que persistir en tus objetivos es la clave de tu
éxito.
Entonces en medio de esa
inmerecida soledad tenemos que lograr ver que los destellos de nuestra valentía
son los que iluminan nuestro camino, que podemos abrazarnos a nosotros mismos y
que, de hecho, es necesario y asombrosamente beneficioso.
Así que en vez de decirnos que no tenemos fuerzas para seguir tenemos que mimarnos, abrazar nuestras debilidades, hacernos fuertes, adaptarnos a pesar del agotamiento, movilizar nuestro caminar y prepararnos para la batalla.
Solo así, auto-abrazándonos,
lograremos anclar nuestra vida con los sueños. Para eso siempre es bueno que
recordemos a Benedetti y sus hermosas palabras. Palabras cargadas de fuerza que
nos abrazan y erizan nuestra piel aun en la distancia temporal y física más
profunda.
No te rindas, aún estás a
tiempo de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras,
enterrar tus miedos,
liberar el lastre, retomar
el vuelo.
No te rindas que la vida es eso,
continuar el viaje,
perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo, correr
los escombros
y destapar el cielo.
No te rindas, por favor no
cedas,
aunque el frío queme, aunque
el miedo muerda,
aunque el sol se
esconda y se calle el viento.
Aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños.
Mujer sonriendo rodeada de
mariposas
Porque la vida es tuya y
tuyo también el deseo,
porque lo has querido y
porque te quiero,
porque existe el vino y el
amor, es cierto.
Porque no hay heridas que no
cure el tiempo.
Abrir las puertas, quitar
los cerrojos,
abandonar las murallas que
te protegieron,
vivir la vida y aceptar el
reto.
Recuperar la risa, ensayar
un canto,
bajar la guardia y extender
las manos,
desplegar las alas e
intentar de nuevo,
Celebrar la vida y retomar
los cielos.
(…)
Porque cada día es un
comienzo nuevo,
porque esta es la hora y el
mejor momento.
porque no estás solo, porque
yo te quiero.
-Mario Benedetti-
Fuente: el post completo y original lo puedes consultar en lamenteesmaravillosa
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