Hay que
dejar ir a quien nunca hizo nada para quedarse, a esas personas de sentimientos
temporales que nos hicieron invertir tiempo e ilusiones.
Dejar ir requiere valentía, pero lejos de aceptarlo como un final, debemos
verlo como el principio de algo nuevo.
¿Quién no se ha visto
obligado en alguna ocasión a tener que cerrar una etapa de su vida? En
ocasiones lo llaman “cerrar círculos“.
No obstante, esta idea de la
circularidad más que darnos la visión de algo que se cierra con un inicio y un
final, nos hace visualizar más bien una entidad que nunca termina, como una
especie de uróboro o eterno retorno. Debemos ver esas etapas de nuestra vida
como una línea por las que avanzar, por las que fluimos a medida que crecemos.
Y para
crecer, nos desprendemos de ciertas cosas, a la vez que ganamos otras. La
vida es un avance imparable que nos abruma y que nos quita el aliento, y de
nada nos vale quedarnos encallados en algo o alguien que nos hunde hacia abajo
como la piedra que cae por un pozo.
Quien
no nos reconoce, quien nos hace daño y erosiona nuestro ser, nuestra esencia
como persona, está vulnerando nuestro crecimiento.
Ahora bien, puede que nos
cueste darnos cuenta, que no deseemos verlo durante un tiempo, pero la
infelicidad es algo que nadie puede esconder. Duele, marchita y nos apaga. Así
que no lo permitas. En la
vida siempre llega un momento en que es mejor soltar, dejar ir…
Hay que dejar ir
hasta a quien nos abandonó
El
dejar ir, el cerrar una etapa de nuestra vida no se refiere solo a decir adiós
a quien comparte vida con nosotros, en un acto de decisión o valentía. Es posible que no seas tú quien
abandona, puede que en realidad, hayas sido el abandonado. En este caso, la
idea de soltar, de asumir esa ruptura y avanzar de nuevo hacia delante, es algo
vital.
Debemos dejar ir a
quien nos ha abandonado, porque de no hacerlo, seguiremos aferrados a un sinfín
de emociones negativas que nos van a herir cada día más. Y los responsables,
seremos en esta ocasión nosotros mismos.
Cerrar ese ciclo de nuestra
vida en el cual existe aún el dolor desgarrador del abandono, requiere tiempo.
El duelo debe vivirse, llorarse, asumirse y más tarde, aceptar lo ocurrido
hasta lograr llegar al perdón. Una vez cauterizada la herida y cuando nos
encontremos libres de cargas al haber podido perdonar, nos sentiremos más
ligeros para dejar ir con la máxima plenitud.
Un abandono es la ruptura de
un vínculo, y como tal debemos “retornar” hacia nosotros mismos.
Hasta no hace mucho dicho
lazo se nutría del amor hacia esa relación. Ahora, roto ya el cordón umbilical debemos reeencontrarnos,
cuidarnos a nosotros mismos, atendernos para reforzar ese vínculo
con nuestra autoestima para volver a mirar hacia delante. Fortalecidos.
No alimentes nostalgias, no
focalices tu mirada en el ayer porque el pasado ya no existe, se fue, no está…
Y recuerda sobre todo que quien
vive de la nostalgia no hace más que alimentar el sufrimiento, y
“aferrarse” mientras idealiza un pasado dejando que se pierda su presente. Su
oportunidad de ser feliz “aquí y ahora”.
Hay que dejar ir sin
resentimientos
Quien
alimenta la rabia, el despecho y el resentimiento se vuelve prisionero de quien
le hizo daño. Es así de sencillo y así de contundente.
Quien te provoca la ira y focaliza todo tu desprecio, te hace ser un eterno
cautivo de tus propias emociones negativas.
Perdonar no es fácil. En
ocasiones asumimos que el perdón es una renuncia a nosotros mismos, que es como
claudicar y vernos como víctimas. Nada más lejos de la realidad.
Para
perdonar debes conseguir de nuevo tener confianza en ti mismo.
Nadie es tan fuerte como la persona que es capaz de conceder el perdón a quien
le hizo daño porque demuestra a su vez, que ha superado el miedo, que ya no
teme al enemigo y que se siente más libre.
El
desprendernos de los resentimientos y la rabia nos devuelve a nuestro estado
inicial facilitándonos el dejar ir. Nuestro corazón vuelve a
sanarse y deja de lado esas emociones negativas. Solo entonces el acto de
“dejar ir”, se convierte en algo más fácil de conseguir, a la vez que
liberador.
No
inviertas tiempo en quien ya no lo merece, en quien no hizo nada para quedarse
a tu lado, o en luchar por ti. Ábrele el camino y ofrécele libertad, déjalo ir.
Porque no merece la pena luchar contracorriente, porque toda puerta que se
cierra, es una oportunidad que se abre.
Fuente: el post completo y original lo puedes encontrar en lamenteesmaravillosa
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